Alphonse de Lamartine, en su extraordinaria Historia de los girondinos, lectura obligada en estos tiempos turbulentos, cifra su atención en una figura que normalmente pasa inadvertida para ojos avezados de periodistas, historiadores, incluso agentes de seguridad. Me refiero a ese personaje oscuro o simplemente gris en que nadie se fija y, de llegar a repararse en él, pasa igual de desapercibido, tan anónima e insignificante es su presencia.
No se le podrá anticipar, pero es capaz a veces de cambiar el mundo. Lo fascinante, en retrospectiva, es que el sujeto está ya ahí. El mismo se sabe ahí, se sabe desconocido, ignorado. Espera. Se reconoce potente, capaz de grandes cosas, aunque no le haya llegado todavía su hora. Lamartine lo dice mejor: "Como el alma humana, cuyo asiento en el cuerpo humano ignoran los filósofos, el pensamiento de todo un pueblo reside algunas veces en el individuo más ignorado de una inmensa multitud. No se puede despreciar a nadie, porque el dedo del Destino se marca en el alma y no en la frente". Comentario que sirve de preámbulo para introducirnos a Robespierre, alguien que por origen, trayectoria o aspecto nadie en su momento podría haber previsto lo que terminó siendo.
No se le podrá anticipar, pero es capaz a veces de cambiar el mundo. Lo fascinante, en retrospectiva, es que el sujeto está ya ahí. El mismo se sabe ahí, se sabe desconocido, ignorado. Espera. Se reconoce potente, capaz de grandes cosas, aunque no le haya llegado todavía su hora. Lamartine lo dice mejor: "Como el alma humana, cuyo asiento en el cuerpo humano ignoran los filósofos, el pensamiento de todo un pueblo reside algunas veces en el individuo más ignorado de una inmensa multitud. No se puede despreciar a nadie, porque el dedo del Destino se marca en el alma y no en la frente". Comentario que sirve de preámbulo para introducirnos a Robespierre, alguien que por origen, trayectoria o aspecto nadie en su momento podría haber previsto lo que terminó siendo.