Hace unos días hablé ante un público formado sobre todo por jóvenes europeos en una pequeña, antigua y deliciosa ciudad holandesa que está empezando a sentir cierta inquietud por el sitio que ocupará en los libros de historia. Se trata de Maastricht.
Al repasar la historia de cómo se negoció el Tratado de Maastricht que desembocó en la eurozona actual, me encuentro con una lección fundamental. El marco de las políticas económicas europeas ha cambiado por completo en los últimos 20 años, pero la manera de decidir esas políticas, no.