20 dic 2010

Una reforma inescrupulosa | Nicolás Ocaranza

La historia de los Decretos Ley y de los Decretos con Fuerza de Ley tiene una  larga data en Chile. Gobernantes de todas las tendencias los han utilizado para imponer a su arbitrio aquellas propuestas que por impopulares o derechamente irracionales, difícilmente pasarían la aprobación del poder legislativo. El dictador Augusto Pinochet  utilizó los primeros indiscriminadamente mientras mantenía disuelto el Parlamento. No es para nadie un secreto que las cerca de 150 leyes secretas promulgadas durante la dictadura permitieran al otrora dictador hacer y deshacer un sinnúmero de "iniciativas" que finalmente lo favorecieron a él, a su familia y a sus asesores más directos. Gracias a traspasos de dineros públicos realizados desde el Banco Central o la Tesorería General de la República a cuentas reservadas de las Fuerzas Armadas, los colaboradores -militares y civiles- del régimen militar fueron recompensados en mayor o menor grado por sus servicios a la causa "patriótica" de reestablecer la "normalidad" política en Chile.

Se puede entender que el uso de estos recursos legales sea una práctica habitual de aquellos gobiernos dictatoriales que han suspendido los poderes públicos y adulterado la legalidad constitucional, pero  en un contexto democrático el uso de esas mismas facultades por parte del poder Ejecutivo es una afrenta a los prinicipios básicos de una democracia representativa y un atentado a la separación de los poderes del Estado. Es por eso que la nueva "propuesta" del Ministerio de Educación de reducir las horas de enseñanza de historia y ciencias sociales en la educación básica y media es una medida aún más totalitaria. 

El debate se ha hecho público y ha despertado un inédito interés de la siempre apática ciudadanía y de un grupo de historiadores que se han agrupado en torno al Movimiento por la Historia (http://historiayreforma.wordpress.com).  En casos como éste, cuando el interés general está siendo socavado por el uso inescrupuloso de un interés particular y por el capricho de los tecnócratas de la educación -que manejan el currículo escolar desde las oficinas del Ministerio de Educación-, se hace cada vez más necesario interpelar públicamente a quienes están detrás de esta supina e irracional reforma curricular.  

Hay preguntas que merecen una respuesta pública a la ciudadanía y que no han sido enfrentadas por las autoridades del Ministerio, a saber,  ¿cuáles son los méritos profesionales y las cualidades técnicas de quienes están planeando esta reforma?, ¿qué contenidos serán suprimidos del programa curricular de historia y ciencias sociales? y ¿bajo qué criterios se restarán?

Al mismo tiempo, resulta paradojal que el ministro de Educación -principal artífice de esta reforma- sea un ex colaborador del régimen militar y que su principal asesor sea un historiador "profesional" egresado de la Universidad Católica, institución que costeó "excepcionalmente" su doctorado en Oxford cuando el aludido personaje ya no podía optar a las becas de postgrado otorgadas por el Ministerio de Planificación Nacional (Mideplan). También resulta curioso y contraproducente que este mismo historiador posea un rol tan clave asesorando una reforma de máximo interés nacional a poco tiempo de haber sido "trasladado" del Instituto de Historia de la Universidad Católica por el manejo "poco claro" de fondos públicos provenientes del Congreso Nacional: la misma institución que hoy está siendo pasada por alto en una reforma tan inescrupulosa como quienes la están llevando a cabo.

16 dic 2010

Lo que se pierde sin la Historia | Claudio Rolle

Uno de los mayores problemas de la anunciada reforma de la educación, definida por el Presidente Piñera como “la madre de todas las batallas”, se refiere a la insidiosa presencia de propuestas de cambios curriculares en medio de un conjunto de medidas administrativas que conforman el cuerpo principal de una iniciativa que se busca presentar como un bloque. Amparándose en medidas de fomento al estudio de la pedagogía, en la creación en estímulos económicos para el sector, en las formas de renovación de los docentes y las facultades de los directores de liceos y colegios, se intenta introducir una reforma curricular que es de naturaleza distinta al resto de las propuestas.

Esta operación es peligrosa y está cargada de implicancias pues se compromete en ella el desarrollo de los estudios en campos muy relevantes de la formación de nuestros niños y jóvenes, tomándose resoluciones cuyos efectos negativos se verán en un futuro mediato. Por otra parte, como se ha señalado en debates de otros países, una sociedad que margina despreocupadamente la historia de sus escuelas es una sociedad “suicida” y espiritualmente empobrecida, debilitada en sus referentes identitarios y carente de profundidad en sus formas de análisis y proyección.

Sin ninguna fundamentación seria, ni menos respaldada en documentos o informes, se plantea la disminución de las horas de enseñanza en el sector de Historia, Geografía y Ciencias Sociales y en el de Tecnología en beneficio del aumento de horas para Lenguaje, Matemáticas e Inglés. Se trata de una decisión de graves implicancias ya que se restan posibilidades al estudio de sectores fundamentales para el desarrollo de las habilidades para la vida en sociedad por una parte  y de capacitación para la autosuperación por otra.

Se limitan las horas destinadas a la educación en un sector que favorece el  desenvolvimiento de pensamiento crítico, el estímulo de la capacidad de indagación, interpretación y propuesta y la preparación para la convivencia social, el pluralismo y la tolerancia, expresiones muy relevantes para la formación de ciudadanos libres, informados y participativos.

Se pone en riesgo el ámbito que se ocupa del estudio de la conformación de la identidad social, la memoria, la formación ciudadana y las relaciones sociales, en el que se entregan las herramientas para una comprensión más rica de un mundo variado y cambiante, multicultural y capaz de valorar la diversidad como forma de riqueza. Se limita el campo de estudios donde las ciencias sociales otorgan los instrumento críticos para entender el mundo de la economía y las relaciones sociales que se generan en torno a ella y se restringen las posibilidades para una adecuada formación de los estudiantes en relación con el medio en que viven  y las responsabilidades que ello implica en materia de sustentabilidad y aprovechamiento de recursos y energía.

Con esta reducción de horario se pone en riesgo la fundamental tarea de entregar una sólida formación ciudadana que capacite a los jóvenes para el desarrollo de los  valores cívicos y las diversas formas de responsabilidad y participación democrática.

Quitando el 25 % de las horas de este sector se limitan las posibilidades de que  nuestros jóvenes se preparen adecuadamente para una vida más rica  y desarrollen actitudes que los ayuden a entender las culturas y cultiven las humanidades, sector que cada día más es puesto en valor por la investigación.

Es grave así mismo el que se pierdan horas en el sector de Tecnología, terreno que puede dar muchas posibilidades a quienes están en la etapa formativa y estimular en ellos la creatividad y la capacidad de respuesta a un mundo en continuo cambio. Se ve afectado el porvenir de nuestras niñas y niños en una de las áreas más promisorias para el desarrollo de criterios igualitarios y solidarios, donde la creatividad y la imaginación pueden tener grandes posibilidades.

La justificación de esta medida que implica tantas y tan significativas pérdidas no está suficientemente desarrollada y deja flancos abiertos a la especulación. De factores contextuales se puede conjeturar que es la preocupación por conseguir mejorar los resultados de las pruebas SIMCE y PSU la que determina esta medida. Esto puede dar réditos políticos inmediatos porque en un corto plazo, con más horas en lenguaje y matemáticas se puede lograr alza de puntajes. Sin embargo no sólo existen visiones muy críticas sobre la efectividad y valor de estos resultados sino también se hace evidente la aplicación de un criterio equivocado en cuanto se apunta a la búsqueda de resultados de corto plazo y de medición  estandarizada, es decir al conseguir que los medios de medición indiquen cifras tranquilizadoras sin considerar suficientemente las razones y problemas de fondo en materia de aprendizaje. Se corre el riesgo de conseguir una ilusoria sensación de metas alcanzadas cuando esos indicadores pueden ocultar la carencia o la debilidad de habilidades necesarias para una vida más plena y variada para toda la sociedad.

Extremando los términos existe la sensación de que más que el desarrollo de una educación que promueve un desarrollo integral de la persona y un equilibrado despliegue de sus habilidades para la participación consciente y crítica en la vida de la comunidad, se está optando por una instrucción básica en los ámbitos de lenguaje y matemática, convertidas en  “esencia y base de la educación” por el ministro Lavín.

Ha faltado imaginación en esta propuesta de modificación curricular puesto que se aplica una medida general, poco trabajada en sus aspectos internos, que puede ofrecer en principio resultados en el corto plazo como es el aumento de horas en los sectores que se ven privilegiados. Sin embargo no existe aún claridad sobre el cómo se usarán esas horas suplementarias y no aparece en el escenario de hoy un giro que parezca suficientemente imaginativo que nos lleve a alejarnos de un tipo de formación convencional. Por su naturaleza “omnívora” la historia, y de manera más general las ciencias sociales, ofrecen posibilidades para el desarrollo eficiente y cautivante de las capacidades de lectura y escritura y sólo es necesario poner una cuota de creatividad e inventiva para conseguir una sinergia en esta materia. Incluso en el sector de habilidades matemáticas se podría conseguir un modo de colaboración atractivo y eficaz en los primeros años de formación de nuestros niños pues existen campos de confluencia de materias de interés común. Se debe considerar que para el desarrollo de una buena capacidad lectora está comprobado que se deben leer materias diversas,  considerando no sólo a distintos géneros literarios sino también áreas de conocimiento y su literatura como ocurre con la historia, la antropología u otras formas de expresión de saberes.

Es dable preguntarse si el aumento de horas conseguirá lo que de él se espera. No sirve necesariamente el aumento mecánico de horas de lo que se está haciendo, salvo si se proyecta en la línea de entrenamiento e instrucción para la superación de pruebas. Eso sin embargo implicaría poner los medios por sobre el fin fundamental, enriquecer las vidas de nuestros niños con educación para la vida.

En este escenario ¿No será mejor disminuir horas de lenguaje que aumentarlas para los niños? ¿no será mejor concordar más horas de lectura compartidas entre Lenguaje y Comunicación e Historia, Geografía y Ciencias Sociales? ¿No será posible aumentar las horas de Lenguaje para los profesores para mejorar su capacitación? ¿No será mejor invertir en formas de innovación didáctica? ¿No será mejor modificar las partes de la ecuación y focalizar esfuerzos para enriquecer la búsqueda de puntos de encuentro entre disciplinas y sectores?

Si estas acciones fuesen acompañadas por medidas administrativas que apuntaran no sólo a tener mejores estudiantes de pedagogía sino también a ofrecer un mejor clima de aprendizaje con menos alumnos por aula se lograría un importante avance en la calidad de nuestra educación.

Sobre todo es fundamental trasformar esta situación en que un sector fundamental en la formación para la vida de ciudadanos libres, informados, solidarios y comprometidos con la vida de la sociedad, en una ocasión para imaginar nuevas vías para desarrollar alianzas didácticas y cultivar el terreno fértil y basilar de la lectura en conjunto con el sector de Lenguaje. Aprovechemos este difícil trance para poner más imaginación y mayor creatividad en las tareas de enseñanza haciendo un esfuerzo serio por la integración de conocimiento y el desarrollo equilibrado de habilidades y competencias de nuestros niños. Trasformemos este momento que puede ser muy negativo y limitante para la formación para la vida en una oportunidad de ensayo de nuevos desafíos.

Consideramos que la enseñanza histórica es una parte de la cultura general puesto que permite incluir a los estudiantes en la sociedad en la que vivirán, haciéndolos  asimismo capaces de participar en la vida social y que esa preparación es tan importante como la del dominio básico de las operaciones de lectura y escritura y las básicas de matemáticas. Es muy baja la meta que se propone un ministerio que está llamado a educar y se conforma con instruir.

Frente al dilema que la reforma curricular propone hay que  insistir en que no se han contemplado vías más imaginativas y creativas y que se ha optado por una vía imprecisa y poco discutida fuera del ámbito ministerial lo que choca con las ideas liberales que por otra parte el propio ministro reivindica con frecuencia.

Deseo y espero un grado mayor de reflexión y sensatez en la modificación del curriculum, que se atiendan las sugerencias del CNED y que las autoridades correspondientes tengan la disposición a escuchar ideas y argumentos antes de aplicar una modificación que puede tener consecuencias profundas en el largo plazo aunque puedan disimularse en lo más inmediato.

 Claudio Rolle
Profesor del Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile