8 oct 2012

11-09-73: Entre Brasilia y La Habana | Pablo Riquelme Richeda

“Por distante y pequeño que sea –señalaba en 1974 un informe clasificado de la embajada estadounidense en Santiago–, Chile ha sido considerado desde hace algún tiempo y de forma general como una zona para llevar a cabo experimentos económicos y sociales. Ahora el país se encuentra, en cierto sentido, en la primera línea del conflicto ideológico mundial”. El mensaje, cuyo destinatario era el secretario de Estado Henry Kissinger, sintetiza el lugar al que había llegado Chile en el contexto de la Guerra Fría desde septiembre de 1970, cuando Allende ganó las elecciones presidenciales con un programa revolucionario que echaba por la borda la noción de que el socialismo nunca sería compatible dentro de un sistema democrático y que ofrecía un modelo de desarrollo que desafiaba abiertamente al sistema norteamericano. 

¿Cuál fue el impacto que tuvieron los actores internacionales en la política chilena durante los mil días de la Unidad Popular? ¿Qué tan relevante fue la “vía chilena al socialismo” en el contexto mundial de esos años y específicamente en el continente americano? Son las principales preguntas que se hace Tanya Harmer en Allende’s Chile and the Inter-American Cold War (El Chile de Allende y la guerra fría interamericana), un libro que amplía nuestra comprensión al aportar nuevos datos sobre lo que ya sabemos (que Estados Unidos boicoteó sostenidamente a Allende) y al incorporar nuevos actores en el análisis, básicamente Brasil y Cuba. Ambos países fueron fundamentales en lo sucedido en Chile a partir de 1970 y representan las fuerzas de choque de un conflicto continental que se zanjó acá.

El Presidente que volvió del frío | Pablo Riquelme Richeda



Fue su último mensaje: “Tumbado aquí, puedo sentir claramente la presencia del ángel de la muerte”. El 22 de noviembre de 2006, un día antes de entrar en coma y morir envenenado en un hospital londinense producto de una sustancia radiactiva llamada polonio 210 (sólo fabricada en Rusia), el disidente ruso y ex agente del KGB Alexánder Litvinenko –calvo, cadavérico e inmovilizado– acusó a quien consideraba responsable de su situación: “Puede que consiga callar a un hombre, pero el rumor de las protestas en todo el mundo reverberará en sus oídos, señor Putin, hasta el final de su vida. Que Dios le perdone lo que ha hecho, no sólo a mí sino a mi querida Rusia y a su pueblo”.

La democracia contra la democracia | Nicolás Ocaranza

La democracia es una noción compleja, polisémica, que se redefine constantemente según el devenir de la historia. Sin embargo, desde sus primeros vestigios atenienses hasta su reinvención bolivariana en Venezuela, no ha estado exenta de algunos monolíticos intentos de apropiación por parte de sus promotores.

Desde del siglo XVIII, existe en Europa, y particularmente en Francia, una tradición intelectual que se ha ocupado de analizar los desafíos democráticos en los diferentes contextos de cambio y continuidad en que se sitúan. Los enemigos íntimos de la democracia, obra de Tzvetan Todorov recientemente traducida al español, se inscribe en esta tradición crítica del pensamiento político conformada por autores franceses como Tocqueville, Aron, Furet, Lefort y Pierre Rosanvallon. 

Los silencios compartidos de Hobsbawm | Pablo Moscoso

Tony Judt, en un excelente ensayo de 2003, deslizó un par de juicios que ayudan a comprender el legado del recientemente fallecido historiador británico: “Eric Hobsbawm es el historiador con más talento natural de nuestro tiempo; pero, sin que nada turbara su descanso, de alguna manera ha ignorado el terror y la vergüenza de esta edad”.


Hobsbawm (y Judt) | Alfredo Jocelyn-Holt

No es que quiera parecer indolente, pero la muerte de historiadores, hasta la de los más ilustres, no es tan de lamentar como podría ser la de algún poeta, filósofo o artista. El propio Hobsbawm lo señalaba, y sobre sí mismo incluso, en Años interesantes. Una vida en el siglo XX, sus memorias. Consciente que figuraría en algún apartado o libro sobre la historia del marxismo o de la historiografía y cultura intelectual británica del siglo XX, no se hacía ilusiones más allá que eso. Si su nombre llegase a desaparecer, como fue el caso de las lápidas de sus padres en un cementerio de Viena -agregaba-, “no se produciría ninguna laguna en el relato de lo sucedido en la historia del siglo XX, ni en Gran Bretaña ni en ninguna parte”. Hobsbawm era escéptico y modesto. Lo último, en exceso; lo primero, comprensible dado el siglo de miéchica que le tocó (nos tocó) sobrevivir. Muy pocos otros lo han explicado así y tan bien como él.


Gran historiador, pésimo profeta | Santos Juliá

Decir Hobsbawm, para alguien interesado por la historia que se escribía hace medio siglo, era decir Grupo de historiadores marxistas británicos, una identificación que hoy puede sonar como un oxímoron elevado al cubo, pero que hacia 1950 marcó con su poderoso aliento la mejor, más ambiciosa y más fructífera, dirección de los estudios históricos. Y fue así, porque interesados en los grandes procesos de la historia, nadie en ese grupo sucumbió a la práctica de forzar la realidad para hacerla encajar en la teoría. Los historiadores marxistas británicos fueron, ante todo, herederos del empirical idiom, más que de la ortodoxia de la base y la superestructura; y por serlo, fueron magníficos escritores, gentes que sabían contar una historia.

El sueño ilustrado y el Estado-nación | José Álvarez Junco

Como culminación del proyecto ilustrado, hace poco más de dos siglos, Immanuel Kant especulaba sobre la desaparición futura de los Estados soberanos, las guerras y las fronteras, sustituido todo por una federación internacional de poderes que resolvería las disputas hasta conseguir implantar una “paz perpetua”. La paz, que no era el estado natural del hombre, sería la consecuencia del “progreso”, del imperio de la “razón” en el espinoso terreno de las relaciones entre los grupos humanos.

Cómo escribir la historia del capitalismo en Chile | Nicolás Ocaranza

La revolución capitalista de Chile (1973-2003) es una edición de la tesis doctoral que el historiador Manuel Gárate Chateau presentó a l‘EHESS de Paris. Se trata de un trabajo ambicioso pero muy bien logrado, cuyo principal objetivo es desentrañar la trayectoria del capitalismo en Chile entre los años 1973 y 2003.

La obra comienza con un análisis de la circulación y recepción de las teorías clásicas del liberalismo económico durante el siglo XIX, siguiendo con la instalación de un experimento neoliberal bajo el autoritarismo político de la dictadura militar, y concluyendo en la continuidad de una sociedad de mercado que se sustentó tanto en el pragmatismo como en un sistema de privatizaciones que transcendió las políticas económicas aplicadas por los seguidores chilenos de la Escuela de Chicago.

El precio de la desigualdad | Joseph Stiglitz

A los estadounidenses les gusta pensar en su país como una tierra de oportunidades, opinión que otros en buena medida comparten. Pero aunque es fácil pensar ejemplos de estadounidenses que subieron a la cima por sus propios medios, lo que en verdad cuenta son las estadísticas: ¿hasta qué punto las oportunidades que tendrá una persona a lo largo de su vida dependen de los ingresos y la educación de sus padres?
En la actualidad, estas cifras muestran que el sueño americano es un mito. Hoy hay menos igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del que tengamos datos). Esta es una de las razones por las que EE UU tiene el nivel de desigualdad más alto de cualquiera de los países avanzados. Y la distancia que lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la "recuperación" de 2009 y 2010, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93% del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

La fascinación ante la guerra | Tzvetan Todorov

El verano de 2012, como el de 2011, ha estado sembrado de ecos de guerra, aunque en esta ocasión en un país árabe distinto, Siria, en vez de Libia. Y no son las fuerzas occidentales (las nuestras) las que aplastan al infame enemigo, sino que se trata de una guerra civil de la que, al menos en teoría, no somos más que meros espectadores. La impresión general que saco de mis aproximaciones veraniegas a los medios de comunicación es la de la fascinación ante el espectáculo bélico. Hay una frase que capta y, al mismo tiempo, encarna el estado de ánimo que caracteriza esos reportajes militares; es una frase de la prestigiosa periodista Florence Aubenas. Después de describir un convoy que se disponía a ponerse en marcha para combatir, añadía: “A los lados, los niños forman un pasillo de honor, deslumbrados, tan sobrecogidos de admiración que no osan acercarse a esos hombres”. Dado que la autora no se atreve a hacer ningún comentario sobre ese deslumbramiento infantil, que es una trágica consecuencia del conflicto, el resultado es que se nos está invitando a nosotros —tanto periodistas como lectores— a compartir esa experiencia de asombro.

A la izquierda del PC | Alfredo Jocelyn-Holt

Posicionarse más allá del PC puede que haya tenido algún sentido durante la Guerra Fría. De ese modo, se podía ser radical sin ser comunista; el beaterío político clerical socialcristiano podía coquetear con la revolución sin aparecer en tratativas con el Diablo, mientras que los “liberals” yanquis (la “New Left”) y otros bienpensantes pasaban también piola. Al final, sin embargo, todos, comunistas o no, fueron superados.


El poder en la era de las redes sociales | Manuel Castells

He dedicado los últimos años a analizar cómo se construyen las relaciones de poder en la sociedad moderna que llamo sociedad red. Empezaré diciendo que las relaciones de poder son los lazos fundacionales de la sociedad porque quienes tienen el poder definen las reglas y las normas sobre las cuales ésta se organiza.


Por tanto, entender cómo se forma el poder es entender la matriz, el código fuente de la sociedad. Naturalmente, hay distintas formas de poder y distintas articulaciones de poder. No hay una forma, un poder, sino una serie de relaciones de poder articuladas y, por tanto, donde hay poder siempre hay un contrapoder. Si tuviéramos que elegir una ley básica de las sociedades es que donde hay dominación hay resistencia a la dominación, donde hay poder hay contrapoder. Realmente la sociedad se construye con base en intentos constantes de dominación y sus contrapartes. En eso consiste la dinámica del cambio social, pues en cada momento lo que estamos viviendo son relaciones institucionales de dominación que persisten hasta que entran en conflicto con nuevas formas de resistencias a la dominación.

La traducción neutra no es una pipa | Marietta Gargatagli

José Salas Subirats tradujo el Ulises de Joyce entre 1940 y 1945, en la equívoca paz argentina de la Segunda Guerra Mundial, como si el escepticismo de ese tiempo encontrara la metáfora perfecta en el escepticismo de ese preciso y extraordinario libro. Es raro que la primera traducción de una obra clásica sea la definitiva, pero así fue. Lo mismo ocurrió con las primeras versiones de John Dos Passos, William Faulkner, Virginia Woolf o cierto Franz Kafka, los autores, junto con Joyce, que más influyeron en la mejor prosa del siglo XX. Podrán volver a traducirse, reproducir con ilusoria precisión matemática el original, rodearse de rotundos aparatos críticos, pero nada será parecido al encuentro inicial de esas escrituras con los escritores que entonces eran el porvenir, los de América.

Las tías de Chateaubriand | Joaquín Trujillo

Me acordé. Jorge Edwards contaba en Adios, Poeta que Pablo Neruda se burlaba de la Historia General de Chile. Decía que era “la historia de las tías”.

Como se ve, todo un insulto nobel, un supuesto ninguneo.

Contra esto hay que decir: por supuesto que es la historia de las tías. Ellas la han preservado, la han atesorado, la han defendido hasta en los asuntos más nimios. Barros Arana se queda sin lectores. Las tías así y todo no lo leen… precisamente porque saben qué dice pues son ellas sus protagonistas encubiertas.