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24 abr 2012

Ocho segundos con Nicanor Parra | Roberto Bolaño


Sólo estoy seguro de una cosa con respecto a la poesía de Nicanor Parra en este nuevo siglo: pervivirá. Esto, por supuesto, significa muy poco y Parra es el primero en saberlo. No obstante, pervivirá, junto con la poesía de Borges, de Vallejo, de Cernuda y algunos otros. Pero esto, es necesario decirlo, no importa demasiado.
La apuesta de Parra, la sonda que proyecta Parra hacia el futuro, es demasiado compleja para ser tratada aquí. También es demasiado oscura. Posee la oscuridad del movimiento. El actor que habla o que gesticula, sin embargo, es perfectamente visible. Sus atributos, sus ropajes, los símbolos que lo acompañan como tumores son corrientes: es el poeta que duerme sentado en una silla, el galán que se pierde en un cementerio, el conferenciante que se mesa los cabellos hasta arrancárselos, el valiente que se atreve a orinar de rodillas, el eremita que ve pasar los años, el estadístico atribulado. No estaría de más que para leer a Parra uno contestara la pregunta que se hace y nos hace Wittgenstein: “¿Esta mano es una mano o no es una mano?”. (La pregunta debe uno hacérsela mirando su propia mano.)

3 dic 2011

Los versos de los poetas no son poesía | Rafael Gumucio

Defensor de la claridad y el humor frente a la trascendencia engolada de gran parte de la lírica, Nicanor Parra acaba de publicar, a los 94 años, el primer tomo de sus obras completas. Allí se puede rastrear la prehistoria del gran maestro de la antipoesía, un autor irreductible que, más que en los libros, ha encontrado lo poético en las canciones, los telegramas, los chistes y los periódicos.

Nicanor Parra, después de resistirse toda una vida, ha decidido a los 94 años dejar que publiquen sus obras completas. El primer tomo de ella circula ya en librerías, convertido en Chile en un best seller en que ejércitos de adolescentes y no tantos gastan sus últimos ahorros. El antipoeta le ha agregado al título de sus obras completas un "algo más" que lo refleja por entero. Lo incompleto es la base misma del credo poético de Nicanor Parra. Para éste siempre hay algo más, que él llama "las variables ocultas", es decir, la X y la Y, que una y otra vez están dispuestas a sabotear por entero las ecuaciones con que queremos comprender el mundo.

El aire del poeta | Leila Guerrero

Es un hombre, pero podría ser otra cosa: una catástrofe, un rugido, el viento. Sentado en una butaca baja cubierta por una manta de lana, viste camisa de jean, un suéter beis que tiene varios agujeros, un pantalón de corderoy. A su espalda, una puerta vidriada separa la sala de un balcón en el que se ven dos sillas y, más allá, un terreno cubierto por arbustos. Después, el océano Pacífico, las olas que muerden rocas como corazones negros.

-Adelante, adelante.

Es un hombre, pero podría ser un dragón, el estertor de un volcán, la rigidez que antecede a un terremoto.

-Adelante, adelante.

Llegar a la casa de la calle Lincoln, en el pueblo costero de Las Cruces a 200 kilómetros de Santiago de Chile, donde vive Nicanor Parra, es fácil. Lo difícil es llegar a él.

***

El Cervantes vindica el humor antipoético | Carlos Franz

Hará unos diez años me llamó Parra por teléfono, desde Las Cruces, su refugio en la costa central de Chile. Me habló con esa voz alargada suya, donde siempre acecha una ironía. «Habrás notaaaaado que yo soy el único poeta chileno sin seudónimo», me dijo (aludiendo a Neruda, a Mistral, a De Rokha, y hasta a Vicente Huidobro, cuyo nombre no era exactamente ese). «Lo que paaaasa», continuó, «es que un antipoeta no puede inventarse un seudónimo. Necesita encontrar un nombre real que esté vacante, para ocupaaaaaarlo. ¿Me entiendes? ¡Y por fin lo encontré! De ahora en adelante mi seudónimo será... Neftalí Reyes». Y Parra se quedó callado, al otro lado de la línea, acechando mi reacción. Porque «Neftalí Reyes» fue el sonoro nombre verdadero que Neruda inexplicablemente abandonó cuando decidió ponerse un nombre de pluma. ¡Sólo a Nicanor se le podía ocurrir «ocuparlo»! Paladeado mi asombro, Parra agregó: «Mi próximo libro lo firmaré como Neftalí Reyes. Y abajo, entre paréntesis y tarjado, dirá: ex Nicanor Parra».

Don Nica Cervantino | Julio Ortega

Ahora que escasea la otra, la que nos queda es la justicia poética. El premio Cervantes a Nicanor Parra es una larga reparación. Lo celebramos con alborozo sus lectores fieles (¿hay otros?), descorchando una botella, con la sonrisa fija del antipoema. Hoy Cervantes viste hoja de parra.

Pocos más cervantinos que Don Nica. Descubrió la poesía en el lenguaje de las matemáticas, como el otro en el de las caballerías. De esos modelos solventes del mundo, uno y otro derivan la ironía, el relativismo y el sinsentido común. Por ello, una pasión los distingue: la crítica del lenguaje, no sólo del habla autoritaria y del habla profusa , sino del idioma mismo, este español que ambos han confrontado para liberarlo de sus oropeles y devolverlo a la calle.

En una "Advertencia al lector," Parra se reclamó como eslabón perdido de la tribu del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, a quien había leído y conocido en la época en que escribía sus Antipoemas poemas en Inglaterra. En esa antipoética declara: "Me vanaglorio de mis limitaciones," haciendo eco al famoso principio wittgenstiano que dice, con entusiasmo, "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo." De inmediato, Parra corrige: "Pongo por las nubes mis creaciones." Con lo cual reescribe al filósofo millonario y suicida al introducir el principio de la contradicción como la nueva lógica del discurso. Parra cita también al Círculo de Viena, el grupo de filósofos y matemáticos que en los años 20 había iniciado el positivismo lógico. La noción antimetafísica de una filosofía analítica y crítica atrajo a Parra, estudiante de física en las universidades de Brown y de Oxford a comienzos de los años 40. Don Nica ha ido siempre armado de una libretita y un lápiz, escudo y lanza de un Qujiote escrito por Sancho.