¿Qué es la historia conceptual? Podría definirse como una historia de las palabras claves que ayudan al historiador a construir su relato de hechos. Las palabras, al igual que las sociedades, también cambian y enfrentan transformaciones que a veces las tornan irreconocibles para una misma generación de ciudadanos en el transcurso de una vida. Los historiadores a veces tienden a dar por supuesto que conceptos claves de sus relatos tienen un significado actual similar al que tenían dos siglos atrás, lo que provoca claramente un uso anacrónico de éstos. La historia política del siglo XIX y sus cultores más modernos en Europa dieron la alarma en este sentido. No se pueden usar palabras como democracia, libertad, estado, economía, nación, progreso, propiedad, memoria, identidad y un largo etcétera, sin estudiar su profunda transformación semántica, producida especialmente entre 1750 y 1850. Este trabajo de resignificación ha dado origen a una nueva sensibilidad historiográfica que se ha traducido ya en publicaciones relevantes que en el mediano plazo debieran provocar un cambio en prácticas y métodos para mirar el pasado, especialmente en Latinoamérica.
¿Qué necesidades del trabajo historiográfico motivaron el nacimiento de la historia conceptual como una nueva sensibilidad?
A mi juicio, el principal servicio que la historia conceptual rinde a la escritura de la historia es hacer al historiador más consciente de la historicidad y contingencia de las formaciones intelectuales, así como proporcionarle algunas herramientas metodológicas para estudiar el pensamiento de otras épocas de un modo más cuidadoso y menos "presentista". Así, el medievalista Otto Brunner veía la historia de conceptos sobre todo como una disciplina auxiliar destinada a evitar anacronismos a la hora de interpretar las fuentes textuales procedentes de un pasado más o menos remoto. Se trataría, en suma, de tomar distancia de algunas preconcepciones y tender puentes hacia las categorías manejadas por los agentes a lo largo del tiempo para intentar comprender a los actores en sus propios términos. Descontentos con la tradicional historia de ideas, autores como Skinner o Koselleck arrojan una nueva mirada, a la vez más histórica y más lingüística, sobre las creaciones intelectuales del pasado.
En todo caso, me gustaría subrayar la utilidad de la historia de conceptos más allá del estrecho círculo de historiadores profesionales. A mi modo de ver, esta especialidad puede ser muy provechosa para todos aquellos que se interesan en las ciencias sociales, políticas y jurídicas, así como en las diversas ramas de las humanidades, incluyendo la lingüística y los estudios de traducción.
¿Qué importancia tiene el historiador alemán Reinhart Koselleck en esta nueva corriente? ¿Cuál fue su aporte fundamental?
Una de las aportaciones más destacadas de este gran historiador es su diccionario de conceptos históricos fundamentales del lenguaje político y social en Alemania, conocido de manera abreviada como GG, por las iniciales de los dos primeras palabras de su título original (Geschichtliche Grundbegriffe). Varias entradas emblemáticas de esta obra magna -por ejemplo, Crisis y, sobre todo, Historia- fueron redactadas por el propio Koselleck. Algunos de sus principales ensayos teóricos y metodológicos han sido reunidos en volúmenes como "Futuro pasado" (Vergangene Zukunft), "Estratos del tiempo" (Zeitschichten) e "Historias de conceptos" (Begriffsgeschichten). En tales trabajos insiste en que los conceptos modernos no pueden ser definidos, sino que más bien deben ser vistos como campos de batalla semánticos permanentemente abiertos a la ambigüedad, la polisemia y la disputa entre los agentes históricos. Señala asimismo que ciertos conceptos constituyen al mismo tiempo "concentrados lingüístico-temporales" que van depositando las experiencias históricas de una sociedad y matrices que moldean los cambios futuros. Hoy en día la etiqueta "historia conceptual" no se refiere exclusivamente a la a lo definido por Koselleck. Bajo esta denominación genérica se agrupan muchos otros enfoques y prácticas académicas.
¿No existía ya un estudio histórico de renovación de conceptos en la nueva historia política del siglo XIX llevada a cabo por destacados historiadores franceses y españoles en los años ochenta y noventa?
Es indudable que la llamada escuela revisionista de la Revolución Francesa, liderada por François Furet, y más tarde, en relación al mundo ibérico, la obra renovadora y seminal de François-Xavier Guerra, constituyen importantes hitos para una aproximación más empática a los actores del pasado. Además, desde la nueva historia político-cultural, algunos historiadores modernistas como los españoles Pablo Fernández Albaladejo o Xavier Gil Pujol, o el portugués Antonio Hespanha, entre otros, vienen insistiendo en la necesidad de estudiar los mundos precontemporáneos en su alteridad y, en este sentido, no dejan de presentar evidentes afinidades con la historia conceptual. A mediados de los noventa varias decenas de historiadores españoles, bajo mi dirección y la de Juan Francisco Fuentes, nos pusimos manos a la obra para construir de manera sistemática una semántica histórica de la modernidad hispana, que se plasmó en la primera década del siglo XXI en una extensa obra de referencia: me refiero a los dos volúmenes de nuestro Diccionario político y social de la España de los siglos XIX y XX que vieron la luz en 2002 y 2008, respectivamente.
¿Cómo aterriza esta nueva sensibilidad en el mundo iberoamericano?
Aparte de lo ya apuntado acerca de Francisco Xavier Guerra o sobre la historiografía española y portuguesa, la recepción de una historia de lenguajes, conceptos y discursos en el mundo iberoamericano puede seguirse a partir de los noventa a través de una serie de trabajos a cargo de autores latinoamericanos como la argentina Noemí Goldman (de formación francesa), el mexicano Guillermo Zermeño (de formación alemana) o, más frecuentemente, de académicos con fuertes conexiones en el mundo angloamericano, tales como el venezolano Luis Castro Leiva, el argentino Elías Palti y el chileno Iván Jaksic, entre otros.
¿Por qué este proyecto se centra en el periodo 1750-1850?
Este periodo se corresponde grosso modo con la transición del Antiguo Régimen a la Modernidad, desde el inicio de las reformas ilustradas hasta la consolidación de las nuevas naciones. La fase crucial, verdadero parteaguas del proceso, arranca con la crisis de las monarquías ibéricas, que tiene su punto álgido a partir de 1807-1808 y se prolonga durante más de dos décadas.
Entre mediados del XVIII y mediados del XIX no sólo se produjo un cambio decisivo en los principios fundantes de la legitimidad; también tuvo lugar una mutación sustancial en los lenguajes que daban sentido a la vida política y social en su conjunto.
Cambios tan importantes, perceptibles asimismo en el plano cultural (incremento en la circulación y lectura de impresos, auge de los debates en asambleas y parlamentos, etc.), resultan enmascarados a veces cuando los historiadores nos ceñimos demasiado al clásico esquema que recorta la cronología por "siglos naturales" -XVIII, XIX, etc.-. En ocasiones, como sucede en este caso, puede ser heurísticamente más productivo ofrecer periodizaciones alternativas. Sin embargo, no se trata en absoluto de un cuadro cronológico rígido. Hay fatiga de muchos conceptos históricos.
¿Qué consecuencias puede traer la revisión universal de conceptos ampliamente utilizados para estudiar la historia moderna de América Latina? ¿Existe el peligro de una obsolescencia generalizada de métodos y prácticas consolidadas?
Ciertamente, la historización de algunas de las categorías tradicionales utilizadas por los historiadores puede significar revulsivo para la historiografía. Entiendo que, en cualquier caso, se trata de un revulsivo saludable. Analizar el origen y evolución de los marcos de comprensión que se arrastran irreflexivamente durante décadas, y que en ocasiones han dado pie a prácticas de investigación anquilosadas y con una fuerte carga ideológica presentista, sólo puede comportar consecuencias positivas para la profesión. Estoy seguro de que los colegas mejor informados saludarán con simpatía esta "desnaturalización" de sus instrumentos de conocimiento, que demasiado a menudo han sido reificados: más que como una amenaza, verán esta historización de sus marcos cognitivos como un estimulante desafío.
Por otra parte, en la actualidad hay fatiga -incluso de obsolescencia- de muchos conceptos políticos que hemos venido usando intensivamente en los últimos dos o tres siglos. En cierto modo se trata de un proceso similar a aquel otro momento de transición entre sistemas conceptuales durante las revoluciones de independencia, que es el principal foco de interés de Iberconceptos. Considero, por tanto, que no es descabellado pensar que el estudio de aquella otra gran época de crisis conceptual, y de forja de nuevos conceptos que afectó al mundo euroamericano hace dos siglos, hasta cierto punto puede ser instructivo para iluminar los problemas del presente.
¿Cómo nace el proyecto Iberconceptos en el ámbito de la historia iberoamericana y qué objetivos persigue?
Los primeros resultados de Iberconceptos los discutimos en un seminario celebrado en Madrid, en abril de 2006. Desde entonces se ha incorporado a la red más de un centenar de investigadores pertenecientes a toda la comunidad iberoamericana, incluyendo destacados historiadores de la mayoría de países de América Latina, además de un puñado de estudiosos bien conocidos de diversos orígenes. El principal objetivo es analizar desde una perspectiva comparativa la historia de algunos conceptos clave de la política en toda nuestra área cultural.
1 comentario:
el hipertexto debe ser contextualizado para que se entienda el texto.
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