18 jun 2011

Lucri bonus odor | Alfredo Jocelyn-Holt

En versión completa, "Lucri bonus est odor ex re qualibet", el olor a ganancia es bueno provenga de donde provenga. Esto según Vespasiano, el emperador que mandó edificar el Coliseo, y que según Juvenal (Sátiras, V, 14, 202), habría respondido a quienes le reprocharon haber cobrado impuestos a las letrinas públicas. Lo cual deja a uno pensando. ¿Es que esta supuesta verdad también vale para la regenta de una casa pública? O, no será que no existe el lucro que no sea un poco pestilente.


Me temo que históricamente nadie habla bien del lucro. De la tradición que parte de la patrística y termina con los democratacristianos, no hay nadie que no maldiga el "sucio" lucro (San Pablo). El derecho apenas reconoce su existencia. En general lo pena, y cuando lo admite, como con el "lucro cesante", es para indemnizar, recompensar, por no haberse hecho efectivo. Suele además olvidarse, pero durante millones de años no hubo bancos ni  cajeros automáticos (¡qué tiempos!) y, aunque siempre ha existido el crédito, su historia, más que nada literaria de acreedores y prestamistas, es sórdida. Por último, si después burgueses algo beatos dieron entender que el lucro era un fast track al cielo es porque eran herejes canutos.

Ni el ethos aristocrático guerrero ni las sociedades de base rural supieron del lucro. Para ellos, lo que prima como valor es el gasto, la gratuidad, incluso el derroche manirroto. Si un rico no se deja robar (se entiende que por sus empleados), decía mi abuelo, es porque no es tan rico. Lo que se gana en un campo se invierte de nuevo dentro. Hasta hace poco, en ciertos círculos hablar de plata era mal visto, vulgar, de tenderos; o ésta no existía, se trataba a puertas cerradas o no hacía falta, de modo que no había que restregársela en las narices a otros. Hasta ahora, las universidades han sido uno de los últimos reductos de ese ethos. Con razón, entonces, que una universidad "persiga fines de lucro" suene monstruoso todavía hoy. Concuerdo con Mario Waissbluth, no conozco ninguna seria, respetable, de larga data, que se defina tan groseramente así.


Pero siendo esa la visión dominante, ¿cómo fue que el capitalismo, que sin lucro y capitalización no existiría, terminó convenciendo? Esa historia también es fascinante. Por de pronto, entre gente decente, no defendiendo el lucro como tal; hablando de las virtudes civilizatorias del comercio más que de índices más, índices menos, de signo peso. Es decir lucrando, pero no diciéndolo, ni ostentándolo, como el Tartufo de Molière que hablando en prosa no sabía que era eso lo que hacía. De ahí que Adam Smith insista en lo que él denomina "interés", que a capitalistas comerciantes huele a crédito, pero a espíritus más finos evoca un cálculo racional: pasiones egoístas (avaricia y codicia, indistinguibles del afán de lucro) canalizadas y sublimadas mediante leyes misteriosas ("la mano invisible") hasta recabar en beneficios generales sociales.


Adam Smith, al igual que todos los clásicos de la economía, desconfiaba y prevenía en contra de las ganancias (i.e. utilidad marginal decreciente, tasas de rendimiento también menguantes). De ahí que, habiendo tanto rechazo al lucro, que sirva de advertencia: o todavía pesa la historia, o a quienes lucran se les ha pasado un poco la mano.

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