Desde hace años años -quizás algún buen lector de reflexiones sobre la realidad contemporánea aún lo recuerde- se viene hablando bastante sobre nuestro mundo de "simulacros" (Baudrillard); del "sujeto" y sus "máscaras" (Vattimo); del "fin" de esto o aquello; de "lo sólido que se desvanece en el aire" (Berman); sustituido no por "ilusiones" (Furet), "grandes relatos" (Lyotard), sino por eso otro que estamos tratando todavía de digerir: la "posmodernidad", "el imperio de lo efímero" (Lipovetsky), la diversidad, lo virtual, la "liquidez" (Bauman), los "no lugares" (Augé), el "supermercado" (Houellebecq), lo "next" (Baricco).
Dos imágenes me tienen todavía pegado en esta discusión. Debe ser por lo icónicas y porque fueron mis primeras aproximaciones al tema. Una de ellas es de George Steiner, quien refiriéndose a Varsovia, Dresde y otros "viejos" centros urbanos "restaurados", notaba que algo faltaba. Se les había reconstruido "piedra por piedra, tiesto de geranio por tiesto de geranio" después de la guerra, pero lo que hoy pasa por "viejo" -decía Steiner- es demasiado literal, medio falso, no es más que un "montaje escénico" que desgraciadamente nos remite a algo "irrecuperable" que intuimos que ya no está. En el casco viejo de Varsovia, por ejemplo, a los miles de judíos enviados a campos de exterminio. En Chile, a lo republicano alguna vez vivo detrás de la actual "fachada" de La Moneda.
La otra imagen proviene de un viaje que Umberto Eco hace en 1975 por una Norteamérica "híper-real", visitando museos de cera (hay miles) en que después de toparse con Jean Harlow o con "Lara" del Doctor Zhivago (acompañada de la pegajosa música y correspondiente caída de temperatura para dar con la sensación térmica "auténtica", de que efectivamente se está en Siberia), se le aparecen Jack el Destripador, Chaplin y Jesucristo. Todo esto inspirado por la filosofía de que "les estamos entregando la copia para que usted no tenga necesidad del original".
Se me han venido a la mente estas imágenes después de ver la veneración del cuerpo embalsamado de Kim Jong-Il (¿un Lenin coreano?). No aceptan su muerte, el líder está "durmiendo". Súmenle el "traslado" de la imagen de Iñaki Urdangarin a la "Sala de Deportes" del Museo de Cera de Madrid (volvió a ser jugador de balonmano). Una degradación menos terrible, aunque análoga a la del cadáver de Gaddafi hecho bolsa, expuesto en las arenas del desierto libio, en ambos casos castigándose el cuerpo. ¿Y qué me dicen de quienes le han puesto y sacado la capucha a Andrés Bello? No al rector. Si hemos de ser precisos, a la copia de la estatua de Nicanor Plaza, cuyo original está adentro de la "casa okupa". Iconoclasta, insolente, pero también como de muñecas rusas, de más a menos la rectoría "Matryshka" de la Universidad, como en la canción de Serrat: "Una se ve, la otra se adivina, la otra ya fue, la otra será, y todas son de mentira y todas son de verdad".
Primitivo todo. Reproducir la realidad, hacerse de "dobles" para ejercer sobre ellos nuestros poderes, obedece a una necesidad primigenia: la ilusión de que el "doble" sea lo que queremos que sea. Claro que nuestros poderes son, a veces, tan "falsos" como el objeto sobre los cuales recaen.
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