Tanto por desidia de los intelectuales como también por un cierto conformismo gubernamental, el Bicentenario se ha convertido en una fiesta oficial sin sentido, una fiesta en la cual a través de concursos y encuestas se ha decidido quienes son los personajes más importantes de la historia de Chile y cuales son las características culturales más representativas de una supuesta identidad chilena.
Series de televisión como "Héroes" (Canal 13) o "Algo habrán hecho" (TVN) tampoco escapan al sin sentido del fervor bicentenario, toda vez que estos programas ofrecen una mirada convencional y una lectura bastante simplificada de los procesos políticos, sociales y culturales que dan sentido a la historia de Chile. Con guiones que rinden culto al rating y que subestiman al público bajo la excusa de la "cultura entrenida", otros proyectos de mejor factura como "Pueblos Originarios" (SurImagen-TVN) -sensible a la estética del paisaje y con una aproximación intimista a las cosmovisiones y tradiciones de nuestros pueblos indígenas-, han sido dejados fuera del horario prime.
A excepción de la serie "Epopeya" (TVN) y la ya mencionada "Pueblos Originarios" (TVN), la distancia entre la oferta cultural local y algunos proyectos audiovisuales de divulgación histórica realizados en el extranjero es enorme. Series como "John Adams" (HBO) -basada en la biografía homónima de David McCullough-, "The Power of Art" (BBC) y "A History of Britain" -escritas y conducidas con inteligencia y sensibilidad por el historiador Simon Schama-, sin abandonar la aspiración a llegar al público general ofrecen, a través de guiones bien trabajados y de una bella propuesta audiovisual, una reflexión histórica compleja que no confunde divulgación con acumulación de datos, ni entretención con simplificación.
Más allá de esas precarias propuestas, el Bicentenario podría haber sido una inmejorable oportunidad para realizar un balance o una reflexión sobre la validez de algunos valores políticos que han sido fundamentales en la historia política chilena desde la Independencia a nuestros días –tal como lo hiciera en el pasado el poeta Vicente Huidobro en su agudo Balance Patriótico-.
Uno de los temas que requería una mediana atención es el progresivo deterioro de nuestros valores políticos republicanos y la desaparición de una elite política éticamente comprometida con ese proyecto. Cuando aludo a los valores republicanos me refiero a ciertos principios que movieron a la elite liberal chilena de inicios del siglo XIX a luchar por la Independencia para construir una república en la cual la educación pública fuera un derecho y no un privilegio y en la que la investidura de los cargos de representación tuviera una dignidad moral incomparablemente superior a los beneficios económicos que un político podía obtener por detentar un cargo público.
El escenario actual difiere absolutamente de ese proyecto republicano, más aún si vemos que la clase política comienza a ser percibida con desconfianza por la ciudadanía, que la corrupción es solo una de las consecuencias de la degradación del poder legislativo y que ciertos enclaves autoritarios heredados de la dictadura militar permanecen intactos gracias a un establishment que se ha conformado con realizar cambios dentro de lo posible.
Resulta evidente, entonces, que el conformismo político y cultural es el gran problema de nuestro Bicentenario, pero tal como ocurrió con los críticos del Centenario aparecerán tarde o temprano nuevas revisiones críticas de los cambios –voluntarios y forzados- de nuestra vida política y cultural independiente.
Nicolás Ocaranza
4 comentarios:
Nicolás:
Dos notas al margen.
a) "The Power of Art" podrá ser muy edificante, pero reproduce errores e imprecisiones en varios de sus capítulos.
b) Me pregunto si el recuerdo de esa elite preclara y virtuosa, a la que invocas con tanta nostalgia, puede ser pertinente en esta hora. Existe bibliografía copiosa que desmenuza la Independencia nada más que como un buen negocio cubierto por una retórica política oportuna; el Archivo Nacional, por su parte, está plagado de documentos que demuestran que la corrupción fue, desde muy temprano, uno de los pasatiempos favoritos de no pocos miembros de esa virtuosa y republicana elite.
Saludos
Andrés:
Invocamos con nostalgia las ruinas del pasado cuando al mirar el presente sólo vemos falsas ilusiones. El pasado puede ser una bella ilusión si nos ofrece un sentido para un presente que no lo tiene.
La nota al margen que me indicas no cambia el sentido de lo que estoy apuntando. Claramente estamos hablando desde dos lugares muy diferentes: yo desde una proyección y contraste del pasado y el presente, y tú desde una lectura empirista, y a veces, capciosa.
Un abrazo
En Funes el memorioso Borges escribió: "Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos."
Nicolás.
Entiendo y comparto tu desencanto, sobre las conmemoraciones y reflexiones en torno al bicentenario. Pero, ¿esperabas otra cosa?, ¿algo parecido a la reflexión del centenario?.
Tengo la impresión que para la clase política y los medios la ocasión es un fenómeno circunstancial, de gran valor simbólico pero que será rápidamente olvidado a partir del 19 de septiembre.
¿Producción intelectual? Poca y regular, confiemos en que lo mejor está por venir.
Saludos
Jaime
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