5 sept 2012

La brújula de los sin brújula | Alfredo Jocelyn-Holt

No hace mucho, un historiador amigo me preguntaba si sabía de algún libro que tratara lo que ocurrió entre 1998 y 2003, entre la detención de Pinochet y la reapertura de Morandé 80. No existe lo que anda buscando. Esas típicas crónicas sobre la “transición”, fin de la dictadura y triunfo de la Concertación, dejaron de publicarse. Quienes las escribían se van al gobierno o terminan en la empresa privada (es que estuvieron en el gobierno). Sus contactos e informantes pasan a ser “clientes”, y como que todo se “enreda” (el término es de Eugenio García). De haber sido alguna vez periodistas, publicistas o sociólogos, de repente pasan a ser “asesores”, “consultores” o “algo así”, “algo por el estilo” (que es como Eugenio Tironi se identifica en Twitter).


El “enredo” viene, sin embargo, de antes. Aylwin acepta fácticamente la Constitución de Guzmán en 1984. Dany “El Rojo” Cohn-Bendit, el del 68 francés, luego “verde” (de haber sido chileno habría sido Mapu), publica La revolución y nosotros que la quisimos tanto (1986), de la cual reniega. En esa misma época los futuros creativos de la Franja del “No” comienzan a asesorar a bancos promoviendo a “Prudencio” en la TV ya huachaca. El 88 dicen “derrotar” a Pinochet, quien, igual, seguirá ahí y ellos en los directorios. Perdí la cuenta de las veces que se ha decretado el fin de la transición, siendo la primera y más famosa defunción cum fórceps la de la Secretaría de Comunicación y Cultura bajo Aylwin. De ahí en adelante, todo el mundo político se “consensúa” y fotografía juntos en las páginas sociales (i.e. políticas). Recuerdo una gala del Municipal en 1995 en que se montó Los Cuentos de Hoffmann, de Offenbach, una de cuyas partes versa sobre Peter Schlemihl, el hombre que vendió su sombra; fue extraño toparse con muchos en el hall durante el cóctel.

Pero comprendo que mi amigo quiera saber sobre este período más actual. Hacia entonces, como que a la historia de la “transición” se la tragó un hoyo negro que quizá habría que ubicar en Virginia Water. Dos cancilleres Mapu trajeron de vuelta a Pinochet para juzgarlo en Chile; años después morirá sobreseído definitivamente de todos los cargos en su contra. En algún momento aparece Bachelet, de profesión pediatra, también experta en asuntos militares y de inteligencia (le fascinan las novelas de doble agentes. En 1999, Tironi sale diciendo que no puede haber transparencia absoluta (“tras cualquier tipo de poder siempre existirá un secreto”). Ya antes sostiene que “ser liberal” es ser “Zelig”, cualquier cosa, es cuestión de mimetizarse con el ambiente. Fuimos varios que denunciamos estos acomodos y lo pasamos fatal.

Es más, el 2001 la plana alimenticia mayor del gobierno concurre a un céntrico local de comida chatarra insalubre y engulle unas chorreadas hamburguesas trasnacionales en TV. Lagos se va a su casa “amado por los banqueros”. El 2005, una patota de chilenos se empilucha para Tunick y flamea un pabellón patrio (Tironi lo hace portada de libro). Al fin, somos todos iguales y se ha dado con un “relato” (lo máximo). Por último, el 2011, el estudiantado progre movilizado corea el viejo eslogan “Crear, Crear, Poder (Popular lo omiten)”, siendo el poder a secas su único norte, la única brújula.

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