A finales de la década de 1980, Hugh Thomas (1931) vivía en el Distrito Federal; para mayores referencias en la calle de Madero. Eran días convulsos para un país sacudido por la enésima crisis económica y todavía afectado por el sismo del 85; el escenario político no era ajeno a esta época de turbulencia. Aun así, la memoria del historiador parece tener otro referente: "Mis años en México fueron paradisiacos. Son impactantes sus estructuras coloniales y es increíble la sencillez de la gente".
México es un terreno bien conocido y estudiado por el historiador. Su primera visita fue en 1963, mientras preparaba la segunda edición de La Guerra Civil española, obra que pudo aparecer en el país ibérico hasta después de la muerte de Francisco Franco. Su relación con España tiene también una amplia estela de tiempo y conocimiento que le da la autoridad moral como para hacer un diagnóstico: “Para que cicatrice la herida de la Guerra Civil, los españoles necesitan algún monumento memorial, así comos los judíos lo han hecho para las víctimas del nazismo. Supongo que eso llegará en algún momento, aunque también debo reconocer que las nuevas generaciones piensan cada vez menos en aquella época”.
Volvamos a México. El académico británico se asentó aquí durante un tiempo para preparar su monumental obra La conquista de México, que vería la luz en 1993. A partir de entonces vuelve cada tanto. Su visita más reciente ocurrió hace unas semanas, sólo que ahora ni el país, ni él mismo son los mismos. Thomas conserva aún la claridad de pensamiento y es capaz de hablar en un español más que digno, pero la altura de la Ciudad de México le causa problemas. “No sé qué me pasa, es la primera vez que la altura me afecta de esta manera”.
Christopher Domínguez Michael ubica a Hugh Thomas dentro de la estirpe de los historiadores aventureros. Su apreciación le saca una sonrisa a quien dentro de la Corona Británica es conocido como Lord Thomas de Swynnerton: "Me gusta eso. Si la historia es una gran aventura, no veo por qué el historiador no deba ser aventurero".
Quizá por eso es también un viajero incansable. En breve planea ir a Paraguay y Filipinas como parte de las investigaciones para un libro sobre Felipe II.
Lejos de ceñir su campo de acción al Reino Unido o a Europa, ha viajado por toda América. “No sabría explicar mi interés por la Conquista, la Revolución Cubana y la Guerra Civil en España. Creo que para saberlo tendrá que esperar a mis memorias”.
Atento, deja escurrir algunos silencios entre pregunta y pregunta; piensa antes de responder y sólo habla cuando parece haber encontrado las palabras adecuadas. “Creo que mi condición de extranjero a la hora de estudiar determinados procesos me permite otro nivel de comprensión. Quizá la distancia me ayuda a tener una visión más objetiva de la historia, aunque creo que Fidel Castro no piensa lo mismo porque supongo que no le gusta mi libro sobre Cuba” (se refiere a Cuba, la lucha por la libertad).
Thomas es parte del clan de investigadores que se han dedicado a humanizar a Hernán Cortés, a quien no duda en describir como el personaje más fascinante que se ha encontrado: "Cortés todavía causa gran controversia y es una lástima. Sin embargo, creo que en los últimos treinta o cuarenta años ha cambiado la percepción sobre él debido a los trabajos de José Luis Martínez, Octavio Paz y algunos ensayos de Fuentes y míos".
A lo largo de sus visitas a México, Hugh Thomas se ha topado con distintos escenarios. Incluso participó en los Encuentros Vuelta, de 1990, y fue testigo de la sesión en que Mario Vargas Llosa calificó al régimen priísta como la dictadura perfecta: "Sin duda fue un momento tenso, pero fuera de ello el argumento era interesante. No quiero hablar de más, eso porque es una cuestión política, y yo no tengo nada nuevo que decir. Mario es amigo mío y Octavio lo fue, de modo que no quiero entrar en conflictos".
Reacio a hablar sobre cualquier asunto que huela a política, en especial si es actual, esquiva las preguntas y revira: "No puedo opinar sobre lo que sucede en México porque soy historiador, no analista político."
Ante la insistencia, dice: "Pienso que los problemas de México son una especie de herencia de lo que sucedió durante la Conquista. El mestizaje no es un asunto resuelto y eso genera un conflicto. México desciende de dos sociedades: la indígena y la europea. Creo que el mestizaje ha ayudado mucho. Los españoles introdujeron cosas fundamentales, pero también las culturas prehispánicas tenían gran cultura y conocimiento. Eso hace que la historia mexicana sea tan fascinante como compleja"
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Su cuidado para no tocar fibras sensibles de la coyuntura actual revela un dominio del ejercicio diplomático. A mediados de la década de 1950 Thomas fue miembro del servicio de política exterior del Reino Unido, pero renunció como protesta ante la invasión del Canal de Suez. Entonces emigró al Partido Laborista donde militó durante veinte años. Posteriormente, pasó al Partido Conservador, llegando a colaborar con Margaret Thatcher. Hoy se define como un hombre alejado de la política, que vive sólo para los libros y que práctica el cristianismo; de hecho, al volver al tema de México, sostiene: "El cristianismo ha permitido la integración de México, y ahora hace falta algo de ello. Los indígenas del siglo XVI le dieron una bienvenida interesante porque, pese a todo, era una religión más humana de la que antes profesaban".
Conforme pasan los minutos, Thomas hace pausas más alargadas. Alterna algunas disculpas y sigue hablando. Hace alguna referencia a la muerte de Tomás Segovia y se vuelve a acomodar en el sillón de la sala de Paloma Porraz, directora del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Finalmente, acepta hablar de la violencia pero una vez más evade hacer algún pronunciamiento sobre el gobierno de Felipe Calderón:
"Hay quien piensa que la historia de México es sangrienta. En lo personal, no lo creo. Cierto que la Conquista y la Revolución fueron luchas violentas; de hecho, durante la Revolución hubo miles de bajas, fue terrible. Pensemos en las guerras entre Carranza y Obregón, por ejemplo. Sin embargo, en los años treinta, cuarenta y cincuenta hubo cierta estabilidad política".
Cuestionado sobre la posibilidad de que el PRI vuelva a la Presidencia, Thomas tensa la cara y responde: "Las condiciones del país son otras. Así regrese el PRI al poder es imposible revivir el mito de la Revolución. Las sociedades necesitan de mitos que les den identidad, pero el ideal revolucionario ya está enterrado. La Revolución fue una guerra civil a la que no se le puede ver como una lucha ejemplar. Creo que si México quiere recuperar la tranquilidad necesita que se gobierne con un sentido humanista. Es preciso, por ejemplo, atender a las víctimas de todo lo que hoy está sucediendo. ¿Cuántas preguntas más me va a hacer?" —interroga de pronto.
Vuelve a su habitual tono amable cuando ve que ahora el tema es la literatura. Y es que su método de investigación echa mano tanto de la novela como de las crónicas o archivos; incluso es conocida su actitud escéptica ante las teorías historiográficas:
"La literatura es muy importante. Para saber lo que pasó en la Conquista o la Revolución es necesario leer las novelas. Para entender la Guerra Civil Española lo mejor es leer a Benito Pérez Galdós. Se aprende mucho de la sociedad española del XVI leyendo a La Celestina, el Amadís de Gaula. Todo historiador sabe que una gran ficción recrea de manera perfecta a su sociedad".
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